
El hecho es que todos, el elocuente, el
irreverente, el egoísta, el amigo de todos o simplemente el que nunca sale de
casa viendo tv o chateando por skype dado su noviazgo a distancia, todos en
absoluto, están conectados. Estamos actualmente en los inicios de un big brother tecnológico. El teléfono móvil
maneja una cantidad de información que consideramos útil, el correo electrónico
es el reservorio de información por naturaleza y la estructura formal e
informal de contacto a nivel global, las redes sociales el modo de interacción,
ocio, des-estres, flirteo, y otras que cada uno quiera agregar en su
autoconjetura personal, dispositivos móviles como tablets son el medio de exposición
de información por naturaleza para los que tienen acceso económico a las mismas,
y pasan a sustituir las llamadas fichas bibliográficas que tanto nos
entretuvieron en la escuela en nuestro intento por organizar equis cantidad de información.
La interconexión surge como fenómeno social a partir de un marketing gradual
que en el transcurrir de los años ha captado nuestra atención y que simplemente
ya no se distingue e integra nuestra cotidianidad.
No solo las ciudades están conectadas sino también
los entes que estructuramos la macrosociedad, de igual forma lo estarán los
dispositivos electrodomésticos, las calles, paredes, tiendas, centros
comerciales, supermercados, aeropuertos, plazas, parques (usted dígame y yo lo
incluyo en la lista porque esta enumeración se aproxima al infinito). Estas últimas
estarán conectadas de una forma literal con algo que los expertos denominan “Polvo
Inteligente” (en el buen sentido de la frase) que cabe destacar establecerá
redes de conexión inalámbrica para manejo de datos filtrados transmitidos
directamente a una central de control de información. Por lo tanto he aquí una
frase que antes quizás era un mito y ahora una verdad que nos golpea en la
cara: “La información es poder”. En conclusión, todo el mundo estará vigilado,
al mas mínimo detalle y a toda perspectiva, en busca del despistado que cometa
faltas o quizás peor, cuyo cerebro poco prominente le dirija comportamientos
inadmisibles o faltas a la ley.
El mundo está ofreciendo un sinfín de
posibilidades que nos traslada de alguna forma al mundo que escenifica la película
“wally” donde todo estaba absolutamente robotizado y la acción humana se restringía
a pronunciar órdenes a viva voz. En este sentido el problema deja de ser lo que
está sucediendo y comienza a ser “como le afrontamos”. Esta avalancha de
aspectos tecnológicos, mecanismos, estrategias, interconexión, vigilancia,
dispositivos, oportunidades, debe tener un flanco que represente una clara
ventaja en nuestra evolución personal, familiar y porque no, amorosa, pero que
ofrezca una ruta directa con cabos fáciles
de conectar. Como sacamos ventaja si nuestros conocimientos informáticos son
menos que cero y tienden a menos infinito. Nace la disyuntiva que nos enmarca a
todos en el mismo terreno y que pocos quizás por estar entretenidos leyendo o
posteando un mensaje en la red social de turno, ni siquiera se han percatado.
Comienza a crearse un mundo nuevo, no el hombre nuevo como antes se quería asumir;
es el entorno el que cambia y nos dirige como animales a bailar con una música distinta
sin que se nos haya enseñado bien los pasos y, que nos invita a bailar
obligatoriamente. El que no sepa bailar que le pregunte al de al lado, de lo
contrario participación cero en la fiesta del mundo nuevo.
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